EFECTO DEL NIÑO EN CULTIVO DE MAÍZ UN EVENTO MANEJABLE SEGÚN EXPERIENCIA EN YARACUY

     

     Prensa-INIA (Yaracuy). Cada día son mayores las consecuencias a las que hay que enfrentarse producto del cambio climático y los fenómenos naturales, tal es el caso del Efecto Niño Oscilación del Sur (ENOS), el cual ha afectado significativamente el ambiente y el desarrollo de áreas como la agricultura; la cual se ha visto afectada y ha incidido de forma considerable en los rendimientos de algunos rubros en los últimos años.

     

    En tal sentido Pedro Monasterio, investigador del Instituto Nacional de Investigaciones Agrícolas, INIA-Yaracuy, ha generado recomendaciones en el caso del cultivo de maíz, para hacerle frente a este fenómeno natural y potencializar los rendimientos, basándose en algunas experiencias de las zonas maiceras del estado.

    Para el investigador; el rendimiento del cultivo de maíz es una situación compleja que depende del equilibro entre el hombre y la naturaleza; la armonía y buena vinculación entre ambos; es por ello que asegura que sembrar maíz es fácil; lo complicado es obtener altos rendimientos; por lo que considera que se debe sembrar con la idea de contribuir con el ambiente y a la seguridad alimentaria; pero; sobre todo para estar preparados en situaciones climáticas a favor y en contra.

    Explicó Monasterio que “El Niño o ENOS”, es el elemento de variabilidad climática natural que mayores anomalías inducen en la precipitación y la temperatura, definido como la consecuencia en la interacción entre el océano pacífico tropical y la atmósfera. Destacó que el fenómeno se presenta en dos fases; la cálida conocida como El Niño y la fría como La Niña; y son determinados por incrementos o disminución de la temperatura a la media climatológica respectivamente, en la superficie del mar.

    En ambas fases su efecto sobre la precipitación es significativo, porque altera su cantidad y la distribución de los milímetros (mm) precipitados, dos condiciones muy importantes para el desarrollo, floración, llenado de grano y el rendimiento al  final del ciclo, detalló Monasterio.

    Éste fenómeno comenzó a ser estudiando científicamente, prosiguió el especialista en clima de INIA-Yaracuy,  a partir de los años 20 por Sir Gilbert Walker, pero los Incas hablaban del timpu llatu (tiempo caliente), para aludir al proceso que ocurría, sin intervalo fijo de aparición y cuya intensidad dependía de la cantidad de desequilibrio que hubiese sembrado el hombre en la Pacha Mama (la madre tierra), asintió Monasterio.

    Además informó que, el valle medio del rio Yaracuy lo integran 7 de los 14 municipios; destacando como los maiceros; Bruzual, Urachiche; Páez y Peña de donde se obtiene el 90% del maíz comercial y el otro 10%, de los municipio restante Bastida, Sucre y Trinidad; “de allí la importancia de sembrar tomando las previsiones del evento del Niño para reducir riesgos en los resultados y se pueda contribuir en la economía de los miles de productores que dependen de esta actividad agrícola como principal o única entrada laboral. “En  resto de los municipios también se siembra el rubro pero no con las importancia que en los nombrados”.

                              

    El investigador del INIA ha realizado algunas recomendaciones a productores y estudiantes de cómo sembrar con situaciones difíciles

     

    Aporte basado en el manejo tradicional del cultivo considerando “El Niño”

    Según Monasterio, “El Valle medio del Río Yaracuy es el área de siembra del maíz comercial, allí se produce más de 90% del maíz estatal. Su fortaleza de clima y suelo, lo caracteriza como área de excelentes condiciones para la producción, es recorrido por los vientos alisios en toda su extensión, que entran por los municipios Bruzual y Bolívar, cargados de humedad que potencializan la precipitación y además conforman la Zona de Convergencia Intertropical (ZCIT), que define las fechas de siembra en el estado, ambos son afectados por el NIÑO.

    El rendimiento es un proceso complejo, e intervienen diferentes factores, controlables y no controlables en las prácticas del ciclo productivo, y el clima es determinante, en el Valle se siembra maíz en el periodo húmedo (Invierno) y su protagonista es la precipitación;  la cual no es controlable.

    Varios autores indican que el Valle Medio presenta diferentes tendencias en los rendimientos del maíz y son efectos del déficit o exceso de agua en las etapas: Crecimiento: perdidas de plantas; Floración-Polinización: baja formación de granos y en llenado de granos que afecta principalmente el tamaño y su peso.

    El Niño en su fase cálida, produce déficit en la cantidad de agua precipitada y en la distribución de las cantidades, además también varía la intensidad de lluvia, es decir, las precipitaciones son fuertes y en menor tiempo; un suelo recién preparado no ofrece resistencia al volumen o cantidad de agua que se acumula sobre el terreno, produciendo erosión y con ella el arrastre con pérdidas de plantas, en función de  la textura del suelo, pendiente, dirección del rastreo, entre otros.

    Destacó que para el maíz son necesarios entre 500 y 800 mm de agua, que de acuerdo a la textura del suelo pueden disminuir o aumentar; pero lo importante es la distribución en el ciclo de estas cantidades y son en las etapas antes citadas, donde el estrés por déficit causa reducción en el rendimiento. De acuerdo a los registros meteorológicos de las estaciones ubicadas en el Central Matilde y Campo experimental del INIA en Peña, el Valle tiene un promedio en el ciclo Mayo – Agosto de 838,1 mm para Bruzual y 589,8 mm de agua para Peña (promedio 60 años) y el promedio anual oscila 1200 y 964 mm respectivamente.

    Recomendaciones para hacerle frente al fenómeno y reducir los riesgos para buenos resultados

    En vista que los organismos que estudian este fenómeno han pronosticado un evento NIÑO fuerte, y anunciaron que la cantidad de agua en el primer trimestre, será por debajo de la media; y es una incógnita que tan bajo sea, se hace necesario afinar estrategias y ser preciso en las buenas prácticas dentro del ciclo, especialmente en los primeros 30 días, para aminorar el efecto NIÑO y potenciar el rendimiento, que de acuerdo al comportamiento de la distribución de la precipitación en las etapas siguientes, se reflejaran en el número de kilogramos por hectáreas al final del ciclo.

    En tal sentido es de fundamental importancia determinar la fecha de siembra; “el monitoreo de las condiciones climáticas para iniciar las  siembra es vital, para ello es necesario hacer un seguimiento, difundir información y planificar sobre las condiciones y movimiento de la zona de convergencia intertropical (ZCIT), porque la fecha de siembra es diferentes para cada municipio, pero la separación son pocos días y puede ser tardía para algún municipio, en función de la instalación del comienzo de las lluvias. Hay que planificar, ganar tiempo en labores iniciales como acondicionamiento de la maquinaria, preparación del terreno (donde se pueda), entre otras.

    Tener un manejo preciso, eficiente y a tiempo de los insumos; como el  número de días con lluvia pueden ser menos y la cantidad que precipiten poca, es necesario estar preparados para aprovechar la humedad en el suelo y poder hacer las prácticas agrícolas que conforman el ciclo productivo”.

    Estar al día con la mecanización de suelo; “los productores deben planificar la preparación de sus suelos en función de un sistema conservacionista, desde cero labranzas hasta el convencional,  ya que  la mecanización no es una receta, y se pueden combinar. Disponen de alternativas como la cero y mínima labranzas, las cuales ayudarán a disminuir la pérdida de suelo, incrementar la materia orgánica, para fomentar la disponibilidad  y conservación del agua en los estratos, clave para contrarrestar la sequía que produce el Niño”.

    Además, infirió el trabajador del INIA, el incremento de la materia orgánica fortalece la oferta de nutrientes como nitrógeno, potasio y fosforo mineralizado, una gran ventajas para la producción de maíz, incluso de otros cultivos. El método de labranza, puede ser una de las claves para incrementar la sostenibilidad del cultivo y de nuestros suelos, solamente preservando la materia orgánica, ya le estamos ganando parte de la lucha al Niño, subrayó Monasterio.

    La fertilización es otro punto de gran importancia; siempre en función del análisis de suelo y siembra fertilizada (preferiblemente), con reabono a los 25 días después de la siembra o cuando la planta presente 6 hojas. En el caso eventos Niño, posiblemente no llueva o sea menor el número de días con lluvia en esta fase, es importante, estar preparado para no perder la oportunidad de la humedad del suelo, es mejor adelantar el reabono unos días, si llueve, que aplicarlo tarde. La fase vegetativa es el momento de fortalecer el rendimiento, plantas débiles producen mazorcas pequeñas y los rendimientos son bajos.

    Añadió que la agricultura de secano en un escenario de cambio climático y en un ciclo Niño fuerte, se torna riesgosa, es por ello que se hace necesario el uso de buenas prácticas agrícolas, acorde con la fenología de la planta; ya que así se tendrá la oportunidad de disminuir la incertidumbre del riesgo.

     

                                               

       "Sembrar maíz es fácil; lo complicado es obtener altos rendimientos"

     

     “Yaracuy en 60 años de registro en el municipio  Peña, siempre ha precipitado, al menos la cantidad mínima de agua y muchos ciclos han sido bajo el fenómeno del Niño, por esta razones debemos incorporar prácticas en el manejo agronómico, que contrarreste o aminore el efecto de la sequía que produce este evento climático. Considero tal como lo indican la Conferencia de las Partes (COP21) y Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC), si sigue el deterioro ambiental y el incremento de la temperatura, es posible que la frecuencia de fenómenos Niño en su fase caliente se incremente”, precisó Monasterio. (Texto y Fotos: Izmir Barreto. Fuente Pedro Monasterio 16/02/16)

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